Oh, Dios, Tú eres mi Dios,

por Ti madrugo,

mi alma tiene sed de Ti,

mi carne tiene ansia de Ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua”

(Salmo 63,2).       

 

“Mi alma te ansía de noche,

mi espíritu en mi interior madruga por Ti…”

(Isaías 26,9).

 

La experiencia del salmista, como la del Profeta Isaías, es la de todo enamorado: estar con el amado es una necesidad imperiosa. Enamorarse es una sorpresa inesperada, pero para enamorarse hay que tomar el riesgo de encontrarse con alguien mayormente desconocido. Ese riesgo puede cambiar el resto de la vida.

Desde la creación, Dios ha invitado a hombres y mujeres a encontrarse con Él. Es un encuentro con un desconocido que se convierte en una sorpresa de gozoso amor. Como todo enamorado, todo aquel que ha acudido a ese encuentro, sale felizmente transformado de por vida.

Jesús, siendo el Hijo de Dios, invitó a muchos a ese encuentro íntimo con Él. Solo algunos se atrevieron a aceptar la invitación, ese encuentro cambió el resto de sus vidas. Ese “encuentro“ es lo que llamamos ahora Evangelización. Solo ese gozoso encuentro con el Amado puede llevarnos a cambiar nuestras vidas enfrentando todos los riesgos.

La experiencia de cada enamorado es única e irrepetible. Lo único común en todos es la alegría de ese encuentro que trastorna y que transforma a los enamorados: María, José, Pedro, Juan, Magdalena, Pablo, Agustín, Francisco, Ignacio, Teresa, Conchita, Carlo, etcétera, acudieron a ese encuentro y la frescura del amor los hizo vivir permanentemente sedientos. 

El enamorado es el que ha encontrado una perla preciosa y vende todo lo que tiene por adquirirla (Mateo 13,46). La existencia gozosa del enamorado es en sí misma una evangelización para todos los que encuentra en su vida. Es una poderosa atracción para que otros también se arriesguen a ser sorprendidos y transformados.

El enamorado vende todo: vende sus futuros planes, sus anhelos, proyectos, temores, limitaciones, convencido totalmente de que cualquier sacrificio o renuncia producirá felicidad en plenitud. La felicidad de estar con y para el amado.

Un cantante decía que le gustaba ser cantante porque así hay un soldado menos en el mundo. Parafraseando eso yo diría que un enamorado más es un problema menos en el mundo, o una gozosa sorpresa más para todos. 

“Si para recobrar lo recobrado debí perder primero lo perdido,

si para conseguir lo conseguido

tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado 

fue menester haber estado herido,

tengo por bien sufrido lo sufrido,

tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprendido,

que no se goza bien de lo gozado 

sino después de haberlo padecido,

porque después de tanto he comprobado,

que lo que el árbol tiene de florido,

vive de lo que tiene sepultado”.


                — Francisco Luis Bernárdez


Arriesguémonos a tener un encuentro con Jesús. La sorpresa de su amor hará brotar hermosas flores en el corazón.

A todos los enamorados, ¡gracias, muchas gracias!

Noroeste Católico — Octubre/Noviembre 2022