Sínodo del pueblo de Dios

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. – Antonio Machado

Dios, al crear al ser humano, le comunica su dinamismo fecundo: “Crezcan y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla” (Génesis 1,28). “[Dios] insufló en sus narices el aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser vivo” (Génesis 2,7).

Con la energía de ese mandato y aliento divino, el ser humano ha caminado por toda la tierra transformándola a través de los siglos. Las instrucciones del Creador fueron poco específicas y al ponerlas en práctica, los humanos hemos logrado grandes éxitos al caminar junto a otros y dolorosos fracasos al actuar en solitario.

Para caminar con y junto a nosotros, Dios toma nuestra carne naciendo del vientre de María. Jesús, como hombre, se convierte el mismo en “El Camino”, para que todos los humanos veamos cómo y hacia donde caminar juntos.

Caminar juntos implica ponerse de acuerdo en el cómo, cuándo, hacia donde y con qué recursos contamos, o terminaremos creando una nueva Babel de confusión. Solo caminando juntos podremos constatar el vigor o el agotamiento del que camina junto a mí, para ofrecer o pedir ayuda y para que nadie quede rezagado o extraviado. Caminar juntos requiere la ardua disciplina de escuchar pacientemente al que peregrina junto a mí; escuchar sus deseos, sueños, metas y cálculos de tiempo hasta lograr un consenso que permita caminar unidos.

El espíritu de Dios, el “Aliento de Vida”, nos hace estar en continuo movimiento abriendo nuevos caminos al andar. Esa ha sido la dinámica de la Iglesia desde su nacimiento en Pentecostés. Una Iglesia que busca dejarse mover al impulso del Espíritu, al impulso del aliento de vida que nos hace estar vivos. Ese aliento de vida es la presencia de Dios en cada bautizado, en cada creyente, en cada hombre y mujer que al caminar descubre con gozosa sorpresa su vocación a ser plenamente hombre, plenamente mujer cuando y donde el movimiento del Espíritu los guie.

Si le permitimos al Espíritu de Dios guiarnos en el camino, seremos capaces de aventurarnos en lo desconocido con la confianza de que llegaremos a la meta que, para los creyentes, es la santidad. En ese caminar sinodal del Espíritu, descubriremos nuevas expresiones de perdón, fraternidad, solidaridad, pureza, justicia, alegría y libertad. Ese caminar sinodal con el Espíritu nos dará la sabiduría para escoger el camino adecuado, para superar los obstáculos y para evitar las inesperadas grietas ante nosotros.

El Papa Francisco nos invita a soñar juntos, que podemos con la fuerza del Espíritu de Dios expandir nuestros horizontes de vida inventando un “nosotros” más amplio, para hablar la lengua del amor universal en Jesús nuestro camino. 

La fe de María, José y los incontables hombres y mujeres impulsados por el “Aliento de Vida” a lo largo de los siglos, nos muestra que debemos soñar con lo que parece imposible. ¡Hagamos camino al andar!

Noroeste Católico – Diciembre 2021/Enero 2022