Querida Kianna,

¿Por qué no debería vivir con mi prometido antes del matrimonio? ¿No es mejor “probarlo” antes de casarnos? 

–Persona comprometida

Estimados prometidos:

Es totalmente normal preguntarse y reflexionar sobre cómo será vivir con alguien, especialmente porque este es un gran cambio de estilo de vida. Es comprensible tener preguntas e incluso sentirse un poco nervioso.

¡Pero vale la pena esperar!

Cuando me toca tratar el tema de la convivencia, me gusta centrarme en el significado y el propósito más profundos del don de compartir la vida cotidiana y el matrimonio católico en su conjunto.

En el matrimonio, el esposo y la esposa se unen ante el altar del Señor en una unión permanente y de alianza, prometiendo ser fieles el uno al otro en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud; prometen amarse y honrarse mutuamente todos los días de sus vidas.

Prometí amar a mi esposo con todo mi corazón, mente y alma, no solo haciendo una alianza con él, sino también con el Señor, que es el centro de nuestra relación. En el momento en que mi esposo y yo pronunciamos nuestros votos en la presencia de Dios, nuestros “yo” se convirtieron en uno. Como dice Jesús en Mateo 19, 5-6: "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer…serán sino una sola carne.  De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. 

Una vez que mi esposo y yo recibimos este hermoso sacramento, pudimos compartir juntos la alegría de muchas experiencias nuevas. Fue la sensación más increíble ir a casa por primera vez con mi esposo, a quien le prometí toda mi vida. Ya no era mi novio ni prometido, ¡sino mi marido! Despertarme a la mañana siguiente y ver a mi esposo a mi lado fue invaluable. El haber reservado estas experiencias, junto con todo lo demás que viene con el matrimonio, nos permitió sentir verdaderamente la unión de nuestra alianza y la belleza del compromiso que hicimos el uno con el otro y con Dios.

Cuando nos comprometimos, recuerdo haber pensado en los ajustes que tendríamos que hacer cuando nos casáramos, ya que nos criamos en diferentes culturas y entornos. Hay muchas cosas que los esposos aprenden juntos cuando están casados, ¡pero esa es la parte divertida!

Volviendo a tu pregunta: Esperar y guardar todo para el matrimonio, el momento en que formas una alianza permanente con tu cónyuge y el Señor, es la experiencia más hermosa y vivificante.

Tú puedes hacerlo: ¡te prometo que vale la pena!  

Northwest Catholic – Abril/Mayo 2024