Querida Kianna:

¿Realmente Dios perdona todos mis pecados, incluso los peores?
 – Imperdonable

Querido Imperdonable:

Según he descubierto durante mi primer año como docente, mis alumnos se identifican con esta pregunta y siempre es un tema de discusión en la clase. Tu pregunta me hace pensar en un niño que mira a los ojos de sus padres, buscando compasión y aceptación en medio de la culpa y el arrepentimiento. Esta mirada de niño está en ti y en mí, mientras buscamos a nuestro Padre Celestial y nos preguntamos cómo se nos pueden perdonar todas nuestras ofensas, especialmente las que desearíamos borrar de nuestras memorias. Tal vez hay un pecado en particular con el que has estado luchando por años o una mala costumbre con la que intentas romper. ¿Hay algo que sucedió que no puedes olvidar o un recuerdo de algo que desearías que nunca hubiera sucedido? Aunque hayas pedido perdón a Dios y recibido el sacramento de la reconciliación, las dudas persisten en tu mente: “Soy imperdonable”, “Nunca seré lo suficientemente bueno” o “¿Cómo puede Dios perdonar este pecado?”.

Estas dudas pueden ser tan desalentadoras y rotundas, que nos alejan de la infinita misericordia que Dios desea derramar sobre nuestros corazones. Esta misma lucha encuentra eco en lo más profundo de mi ser. Ha habido muchos momentos en los que pensé: “¿Cómo puede Dios perdonarme de nuevo cuando sigo cometiendo el mismo pecado?”. Este pensamiento siempre genera un profundo sentimiento de tristeza y desesperanza dentro de mí, que es exactamente lo opuesto a la misión de Jesús. En estos momentos, me viene a la mente una frase del Papa Francisco: “Dios nunca se cansa de perdonarnos; nosotros somos los que nos cansamos de buscar su misericordia”.   

Imagina si Jesús hubiera muerto en la cruz para salvarnos de nuestro orgullo y celos, pero no de nuestra ira ni de nuestro egoísmo. Imagina si Jesús hubiera dado su vida para salvarnos de una categoría de pecados, pero no de otra. Si ese fuera el caso, entonces el amor y el perdón de Dios sería condicional, lo cual va en contra de la misma esencia de quien Dios es.  Del corazón de Jesús irradia el amor incondicional, que significa que no hay límites, barreras ni condiciones. Como seres humanos, este es un concepto difícil de entender completamente, porque nuestro amor es condicional y limitado, pero el amor de Jesús es eterno y no tiene fin.  

Permíteme decírtelo de manera clara y rotunda: Tú eres perdonable. Tú eres valioso. Tú eres lo suficientemente bueno. Es fácil para nosotros poner límites al amor de Dios, pero es ese mismo amor que dejaría a 99 ovejas para buscar la oveja que se perdió. Nuestro Pastor celestial desea liberarnos y purificarnos a todos, especialmente purificar nuestras partes más oscuras, las que no se ven y que escondemos de los demás. Por medio del sacramento de la reconciliación, el Señor nos concede su amor incondicional, su misericordia y perdón, llevándonos a las palabras centrales de Jesús en Marcos 2, 17 — “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”.

¡Regocijémonos y alegrémonos! ¡Que Dios te bendiga!