CIUDAD DEL VATICANO — Las pobrezas materiales, culturales y espirituales que existen en el mundo son un “escándalo” que los cristianos están llamados a afrontar, poniendo en acción la capacidad de caridad y amor que Dios les ha dado, dijo el Papa Francisco.

Los pobres, ya sean los “oprimidos, cansados, marginados, las víctimas de la guerra”, los migrantes, los que tienen hambre, los que no tienen trabajo o se han quedado sin esperanza, no son uno, dos o tres, “son una multitud”, dijo el Papa durante una Misa celebrada con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres el 19 de noviembre en la Basílica de San Pedro.

“Y pensando en esta inmensa multitud de pobres, el mensaje del Evangelio es claro: ¡no enterremos los bienes del Señor! Hagamos que circule la caridad, compartamos nuestro pan, multipliquemos el amor”, dijo. “La pobreza es un escándalo”.

Entre las 5.000 personas que llenaron la basílica para la Misa había personas sin hogar y otras personas necesitadas que se sentaron en las primeras filas cerca del Papa Francisco. Tras celebrar la Misa y rezar el Ángelus, el Papa almorzó en la sala de audiencias del Vaticano con unas 1.250 personas, continuando una tradición que inició en la primera Jornada Mundial de los Pobres en 2017.

Sentado en una mesa central, el Papa rezó para que Dios bendijera la comida y “este momento de amistad, todos juntos”. En el menú de tres platos había tubos de pasta rellenos de queso ricotta, albóndigas y tiramisú de postre.

La Jornada Mundial de los Pobres de este año, en su séptima edición, tomó su tema de un pasaje del Libro de Tobías: “No apartes tu rostro del pobre”. En la semana previa a la jornada mundial, el Vaticano amplió el horario y el funcionamiento de una clínica médica que gestiona cerca de la Plaza de San Pedro, dedicada a atender a cualquier persona necesitada.

En la homilía de la Misa, el Papa Francisco dijo que los cristianos “hemos recibido del Señor el don de su amor y estamos llamados a ser don para los demás”. El arzobispo Rino Fisichella, organizador vaticano de la jornada mundial, fue el celebrante principal en el altar.

Reflexionando sobre la lectura del Evangelio de San Mateo, en la que Jesús cuenta la parábola de un hombre que entierra el dinero que le ha dado su amo en lugar de intentar multiplicarlo, el Papa lamentó los muchos “cristianos enterrados” que esconden sus dones y talentos bajo tierra.

La misericordia, la compasión, la alegría y la esperanza, dijo, “son bienes que no podemos guardar sólo para nosotros mismos”.

“Podemos multiplicar lo que hemos recibido, haciendo de nuestra vida una ofrenda de amor para los demás”, dijo el Papa, “o podemos vivir bloqueados por una falsa imagen de Dios y, a causa del miedo, esconder bajo tierra el tesoro que hemos recibido, pensando sólo en nosotros mismos, sin apasionarnos más que por nuestras propias conveniencias e intereses, sin comprometernos”.

El Papa Francisco dijo que al igual que el amo en la lectura del Evangelio volvió a sus siervos para “ajustar las cuentas” con ellos, las personas deben prepararse para la venida de Jesús al final de los tiempos en la que va a “ajustar las cuentas de la historia e introducirnos en la alegría de la vida eterna”.

“Entonces, debemos preguntarnos: ¿Cómo nos encontrará el Señor cuando vuelva?”, dijo. El Papa hizo referencia a los escritos de San Ambrosio, quien escribió que a su regreso Jesús preguntará: “¿Por qué han tolerado que muchos pobres muriesen de hambre, cuando poseían oro con el cual procurar comida para darles?”

El Papa también instó a la gente a ser consciente del “pudor” de la pobreza, señalando que “la pobreza es pudorosa, se esconde. Debemos ir a buscarla, con valentía”.

“Recemos para que cada uno de nosotros, según el don recibido y la misión que le ha sido encomendada, se comprometa a hacer fructificar la caridad y a hacerse cercano a algún pobre”, dijo.