Nota: El Sínodo de la Sinodalidad comenzó hace dos años cuando el Papa Francisco pidió que todos los bautizados fueran consultados. A nivel parroquial y pasando por diferentes etapas, la Iglesia escuchó al pueblo de Dios acerca de su experiencia con la fe y con la Iglesia. La retroalimentación se compiló en un documento de trabajo que planteaba preguntas para la oración, la discusión y el discernimiento durante el Sínodo de Obispos en Roma. Es esta la reflexión de Mons. Etienne, Arzobispo, acerca de su participación como delegado sinodal.

Ainicios de octubre, 365 delegados sinodales de alrededor del mundo se reunieron para orar y discutir cómo ser el Cuerpo de Cristo de forma más perfecta en el mundo de hoy, a fin de llevar a cabo la misión que Cristo nos ha encomendado.

Luego de un retiro espiritual de tres días, volvimos a Roma para trabajar por 25 días. El grupo predominante estaba formado por obispos, con buena representación de religiosos y laicos, incluyendo jóvenes adultos y un diácono permanente. El Papa Francisco se sentaba entre nosotros en las sesiones. Participaron peritos, teólogos, canonistas y facilitadores que coordinaban las discusiones en más de 30 mesas. Se invocaba al Espíritu Santo para inspirarnos, guiarnos y animarnos.

La Eucaristía, la oración y la Palabra de Dios estaban en el corazón de nuestro trabajo, que consistía en conversaciones, bañadas de oración y escucha intensa. Bautizados de todo estado de vida, personas de muchas culturas, lenguas y opiniones diversas, experiencias y eclesiología, nos sentamos juntos, estableciendo relaciones y hablando de los problemas actuales. A veces había intercambios difíciles, pero un profundo respeto por todos y sus perspectivas.

El tiempo juntos fue una experiencia de Cristo entre nosotros. Captábamos atisbos del reino de Dios intentando irrumpir.

Con esta parábola puedo compartir mi experiencia en el sínodo: “El reino de los cielos es semejante a una red que se echa al mar y recoge peces de todas clases” (Mateo 13,47).

Esta “red” está formada de nuestras relaciones distintas, comenzando por nuestra relación con la Trinidad, extendida a la familia humana en y a través de Jesús, por obra del Espíritu Santo. El Papa ha escrito con fuerza acerca de la importancia de nuestras relaciones. En Evangelii gaudium, nos llama a renovar nuestra relación con Dios. En Fratelli tutti, nos instruye a poner atención a nuestras relaciones con nuestros hermanos. En Laudato si’, nos advierte estar atentos a nuestra relación con la creación.

El sínodo fue una experiencia de Cristo llamando a este vasto y diverso grupo a congregarse para crear vínculos humanos y divinos. Cada relación crea otro lazo con el tejido de esta red, formada por todos los bautizados. Vinculando a todos en la verdad y en el amor, Cristo lanza su red sobre el mar de la humanidad, para reunirnos a todos en uno, según la voluntad de Dios.

Jesús llamó a algunos de sus apóstoles en su barca, donde se encontraban “reparando sus redes”. La fase de consulta que inició este sínodo indica que la red de la Iglesia necesita ser tendida, incluso remendada. En el sínodo, experimentamos un momento lleno de gracia que nos dice que es posible remendar la red con la gracia de Cristo y por obra del Espíritu Santo. Podemos sostener discusiones difíciles que pudieran no resolver diferencias, pero pueden crear un “espacio sagrado” donde actúe el Espíritu, haciendo surgir nuevas posibilidades de llevar a cabo con fidelidad la misión de la Iglesia en el mundo de hoy.


Northwest Catholic, Diciembre 2023/Enero 2024